“Enemigo en la contienda, cuando pierde da la mano sin envidias ni rencores, como bueno y fiel hermano”, dice una de las estrofas del himno del Real Madrid. José Mourinho al fin se ha aprendido el himno del equipo que le paga, al menos estas frases. Así lo demostró tras encajar su primera derrota en liga en nueve años como entrenador de local.
Los hay que le acusan de impostura y de fingimiento en su gesto de entrar tras el partido en el vestuario del Sporting de Gijón a felicitar a los jugadores rivales por su triunfo y a su entrenador Manolo Preciado, con quien protagonizó la bronca con más decibelios de las movidas varias en las que se ha metido el entrenador portugués desde que llegó el pasado verano al Real Madrid. Pero meterse en interpretar la sinceridad del gesto de Mou no conduce a nada. Lo que hay que hacer es alabarle por su demostración de humildad. Nunca es tarde cuando la dicha es buena y más vale tarde que nunca, como reza el rico refranero.
Le ha costado unos meses entender a Mourinho la dimensión del Real Madrid, un equipo que trasciende su dimensión deportiva para ser un modelo social en España desde hace más de medio siglo. Mou aceptó la oferta madridista porque sabía que en su carrera tenía que entrenar al mejor equipo de fútbol de la historia. Le hubiera gustado esperar unos años, pero la pasada tempradas ‘sólo’ tuvo la oferta del Madrid y del archimillonario jeque del Manchester City (y en Inglaterra sólo le hubieran seducido el Liverpool, el Manchester United o ‘su’ Chelsea). Sabía que batir al Barça de Guardiola era una empresa harto difícil. Pero dijo sí al Madrid convencido de que seguiría ganando. Y aún lo puede hacer. Pero también puede perder y eso no se tolera en el Madrid, el equipo donde menos paciencia existe del mundo.
Mou utilizó todas sus armas para intentar la victoria. Se quejó de los árbitros y del calendario en su afán de encontrar una vía de desestabilización para ganar al Barcelona. Pero se fue creando una antipatía general entre los que no son del Madrid y algunos madridistas también (ver artículo de Javier Marías, ilustre madridista). Aunque la mayoría de los aficionados merengues están a muerte con su entrenador, especialmente las nuevas generaciones que se manifiestan en las redes sociales y se han apropiado la máxima de Maquiavelo de que el fin justifica los medios.
En su rifi-rafe con Preciado, en el que el entrenador del Sporting, muy querido por toda la España futbolera, le llegó a llamar canalla por acusarle de no poner a los mejores y dar por perdido su partido en el Camp Nou (el Barça sólo ganó 1-0 al Sporting), Mou perdió jirones de simpatía en nuestro país. En el fútbol siempre hay revancha. El fútbol siempre te espera. Y tras nueve años sin perder en casa en liga, llega el señor Preciado y te manda a la lona. Y una vez derrotado, José Mourinho tiró de una caballerosidad que no había empleado hasta ahora en España y dio la mano a los ganadores, como indica el himno del Real Madrid.
La deportiva acción de Mou fue un gesto digno de alabar. Igual que fue un gesto simpático cuando le invitó a Florentino Pérez a sentarse en el banquillo en los prolegómenos del partido mientras el Bernabéu aclamaba a Ronaldo, ese ‘crack’ mundial, ese gran goleador que hizo 104 goles con el Madrid galáctico. Hay interpretaciones varias para la invitación de Mou a Florentino a sentarse en el banquillo. Una podría ser que si le gusta tanto sugerir alineaciones lo mejor que podría hacer es sentarse a dirigir al Madrid desde el banquillo. Sea lo que fuere, el hecho es que fue una broma agradable del técnico portugués al presidente del Real Madrid.
Y se trate o no de una estrategia su felicitación a la gente del Sporting para recuperar su imagen y mostrarse agradable y simpático (lo es en el cuerpo a cuerpo) y humilde (eso le cuesta más porque tiene mucho amor propio y un gran ego), su paso por el Real Madrid será mucho más agradable si se comporta de manera educada. Porque no se es mejor entrenador por ser maleducado. Se marche a final de temporada o continúe la próxima temporada entrenando al Madrid, que aún no se sabe que pasará gane o no gane al Barça algún título, es mejor el Mourinho que cuando pierde da la mano que el que se queja y polemiza por todo y con todos.
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